domingo, 16 de octubre de 2011

El secreto de Laura

Era una tarde fría y nublada. Apenas se vislumbraba algún rayo de sol. Perfecto para ella. Así ningún vecino la vería salir ni entrar.
Al salir de su casa sus piernas empezaron a andar, llevándola, arrastrándola, como si ella no fuese dueña de su cuerpo. En veinte minutos estaba delante de aquella puerta, una puerta negra, sucia, igual que el callejón en el que se encontraba.
Sus manos, sin pensar, abrieron la puerta, y sus piernas tiraron de ella hacia dentro.
El dueño, al oír abrirse la puerta, se giró sobre sí mismo y abrió los ojos de par en par.
No, no podía ser.
Aquella mujer otra vez.
Recordó el impacto que esa cara angelical le produjo la primera vez que la vio. Ella, sin titubear, se dirigió al apartado que se encontraba al final del local. El dueño rápidamente siguió sus pasos y se introdujo en el apartado.
Él temía que le pidiese lo de la otra vez, pero estaba casi seguro que así sería. Si no, ¿qué sentido tenía que aquella mujer se encontrase allí de nuevo?
Sus sospechas quedaron confirmadas cuando al acercarse a ella rápidamente , como una bestia rabiosa, le ordenó con un gesto aquello que quería.
¿Qué podía hacer él delante de aquella criatura? Nada más que obedecer, por mucho que a él le doliese ver que aquella joven sucumbía de nuevo.
Su cara ya no era la misma. Su boca, ahora salivante, y sus ojos brillantes le decían que tenía que hacer lo que él, antes su padre y su abuelo, estaban obligados a hacer.
Sin más remedio se dirigió al nuevo, un chiquillo de apenas diecinueve años que acababa de empezar a trabajar con él cuando sus padres murieron en un accidente.
Con cara de pena le mandó al reservado. Cuando el dueño se atrevió a dirigirse allí, comprobó cómo aquella joven ya le había devorado el cuello y se disponía a atacar sobre un muslo.
Aquella criatura hermosa con aspecto angelical había pasado a convertirse en una bestia ansiosa. En ese momento sólo le importaba devorar.
El dueño se quedó perplejo cuando ella levantó la cabeza y clavó sus ojos en él.
Sin para de tragar, le gritó:
-¡Otro pollo con patatas!¡Ya!

J.A.M.F

3 comentarios:

  1. Ya sabes mi opinión sobre este. Buenísimo, cariño.

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  2. La madre que te soltó , jajajaja y yo pensando que se estaba devornado al muchacho jajajajajjaja , buenisimo oye y sobre todo sorprendente

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  3. De quién lo habrá aprendido, jejejeje

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